Seminario de Teoría Literaria
31/03/15
Juan Carlos Ubilluz
Recordemos un poco lo que dijimos la vez pasada. El ensayo de Miller, o más bien la transcripción de la conferencia de Miller, apunta a establecer un vínculo entre el superyó y la pulsión de muerte. SE trata de que detrás del superyo hay una pulsión, o m´pas bien la esencia del superyo es la pulsión, porque la pulsión tiene avatares. No tiene un objeto fijo, n oes el instinto, puede dar vueltas, coger un objeto y luego otro. No tiene un objeto definido. Pero la pulsión siempre se satisface, pero la pulsión no se satisface nunca en el sentido de que es un empuje que lleva a conseguir más cosas. Pero se satisface en tanto que de alguna manera encuentra algo. Siempre encuentra algo. Hemos dicho que la pulsión es distinto del principio del placer, porque efectivamente la pulsión apunta hacia el goce. Es la sustancia de la pulsión, es ahí donde nada la pulsión y no tiene nada que ver con el placer. Recuerden la diferencia entre goce y placer.
En esa homologación entre pulsión y superyo, Miller siguendo a Lacan, recurre a Kant, y establece lo que concluimos la vez pasada: Kant es a Sade como el superyó es a la pulsión. Bien, eso es, digamos, lo crucial de la conferencia. Y Kant es una figura propiamente moderna. Eso es algo que se encuentra tanto en Lacan como en Heidegger, o se encuentra en la Escuela de Frankfurt. Kant es la revolución copernicana con respecto a la ética, y la revolución es que, si antes se establecía una relación entre bien y placer, Kant apunta a otra cosa. El bien no va con el placer, sino que con el bien viene, casi siempre, una experiencia de dolor, un latigazo de dolor (para evocar a Sade) y este latigazo viene de un rebajamiento narcisista. Si yo obedezco a la ley moral, de alguna manera mis aspiraciones van a sufrir siempre. Mi yo va a sufrir, y ahi se puede encontrar cierta experiencia de dolor. Es importante no convertir a Kant en un legalista de manual. No es «si está escrito en la Constitución, se debe hacer». No es el caso de Sócrates, digamos. Se trata de la ley moral. Y la ley moral no son los diez mandamientos en el sentido de «no matarás, no harás esto, no harás lo otro», sino que se trata básicamente de obrar con tal de que tu acción valga para todos. El principio de universalidad. Esa es la única cosa que demanda Kant. La única cosa terrible que demanda Kant. Hay una directiva, solamente una directiva, una máxima. En ese sentido, no es la moral como pensamos. Pero esa directiva no es sabia, no es sensata. Es propiamente moderna, no se puede asociar a un saber ancestral. No se debe tomar en consideración el placer ni de una persona, ni del gran número.
¿Se puede hablar de un superyó antes de Kant? Sí, sí se puede hablar de un superyó antes de Kant. Uno puede pensar que con la modernidad el superyó se vuelve más intenso, y se pueden hacer diferencias entre antes y ahora. Pero en tanto que siempre ha existido las personas que sienten exigencias más allá de lo sensato, eso las lecturas nos demuestran que ha existido siempre. Esa persona obstinada con las exigencias morales no le iba tan bien en una sociedad tradicional. Pero tampoco es que todas las personas sea así. Digamos que, en gran parte la gente le saca la vuelta al superyó. La pulsión existe antes de la modernidad, el superyó también. O al menos suponemos que es así.
El ejemplo que les di es un ejemplo en el que Kant pisa el palito. El ejemplo de los dos hermanos. ¿Debo decir la verdad si es que la mentira puede salvar a mi hermano? Y Kant dice que sí, que se debe decir siempre la verdad. Ahí es casi como una cuestión mecánica. Pero el libro de Zupancic, Ética de lo Real, señala que eso puede permitir una elaboración que no sea una ética de manual. Ese libro ya está en español, traducido. La máxima de Kant, de universalización puede pasar por un acto creativo, y que no está supeditado a una formula fija. Por ejemplo, el ejemplo que da Lacan de un kantianismo es el ejemplo de Antígona de Sofocles. En esa obra se encuentra el kantianismo y el superyó. Antígona es la hermana de Polinices y Polinices se unió a príncipes extranjeros contra Tebas. Polinices, traidor, en contra de Tebas. Por otro lado, Hetíocles. Y surge un nuevo líder, Creonte, que señala que no se puede honrar de la misma forma al traidor y al héroe. Etíocles merece ser enterrado con honores. Pero Polinices traicionó a su patria: quítenle todas las honras, los honores fúnebres, y no puede ser enterrado. Que su cuerpo se quede a la intemperie y que se lo coman los perros. Kantianismo avant la lettre: una fórmula universable. ¿Se puede honrar de la misma manera al traidor y al héroe? Eso es universalizable. Miguel Grau recibe un trato distinto que aquel que le vende secretos a Chile.
Bien, entonces uno tiene que ser honrado y el otro no. Ok, pero allí hay la astucia de Lacan. ¿Realmente esa era la única solución? Sí, no se debe honrar de la misma manera al traidor que al héroe. Efectivamente eso dice la verdad. Pero eso no significa que el traidor no pueda ser enterrado. Lo pueden enterrar en un rinconcito para ver que no es realmente igual que el otro, se le puede prohibir que le traigan flores. Pero el hecho es que la exigencia de Creonte rompe con la sensatez, Tiresias le recomienda que respete las tradiciones, que ceda un poco. El adivino es sensato. Y Creonte no quiere ceder. Entnces, ahí se ve cómo es que hay una exigencia ética que va más allá de la sabiduría, del balance cósmico, en este caso, entre el Estado y la Familia, los dioses de arriba y los de abajo. Un justo medio. Y efectivamente hay esta exigencia. Pero lo que hace Zupancic es decir que esto obedece a la misma lógica que Lacan. En Lacan, de lo único que es culpable el sujeto es de ceder en el deseo. Eso es muy abierto, así como «solamente obra de manera que tu obra funcione a todos». La creatividad y un toque de sensatez una vez establecido la ley moral no están demás. Entonces dice Zupancic que Kant no es tan estúpido, pero contra Kant estaba el propio Kant, digamos.
Y esta exigencia hace que no importe la sabiduría ancestral. Que una vez establecida la ley moral, uno tiene que seguirla a pesar de las consecuencias. Es un poco como esta serie, otro ejemplo de la cultura popular, esta serie Game of Thrones. Capturan a un ejército de salvajes, y estos no se humillan. Su ley es que uno no se humilla, no se arrodilla ante los demás. Y este ejército queda atrapado, y les dicen que quizás podrían mostrarse un poco más sumisos antes nosotros, ya que su existencia depende de nosotros. Y sí, pero igual no se humillan. El no arrodillarse, el no mostrarse sumiso es una ley moral que va más allá de que si matan o no al ejército. La obstinación está en juego. Y esta obstinación tiene un efecto sobre nosotros que podríamos decir «goce». No placer sino goce. Hay un goce en todo esto difícil de relativizar. No sé si han visto «Collias», es una película francesa sobre el Barón Collias. De pronto le roban dos caballos en una feria. Y él dice que llevará este caso a los tribunales: me han robado estos caballos, y quisiera que se me devuelvan intactos. No le hacen caso, y no le hacen caso una segunda y una tercera vez. No haga otro litigio, porque si no, estará ofendiendo a la corona. El tipo agarra, alza un ejército entero para que le devuelvan a sus dos caballos. Digamos que eso también es el kantianismo, lo irracional del kantianismo que tiene su lado bueno y su lado malo. De pronto, a Rosa Parks la van a sacar del autobus, y ella decide que no. Y como dice que no, se arma toda una revuelta. Es esa obstinación lo que ha producido grandes cambios en la historia. Es algo que hay que considerar en su doble movimiento.
Eso es, hacía referencia a Collias, porque la película trata de relativizar esta obstinación superyóica. No sé si lo consigue, pero trata de decir «pucha, Collias, ya demasiado, muy idiota». Al final él muere, y pierde todo, pero recupera sus caballos. Ya demasiado. Y sin embargo, en gran cantidad de producciones culturales, se sostiene esta cuestión superyóica. Y si Hollywood lo hace, es porque el espectador goza con eso. Esta cuestión moral no es algo abstracto, no es una cuestión de Hollywood, sino que Hollywood asume que hay que hacer gozar al espectador, y que la moral incluso puede servir como una manera de hacer gozar. Uno puede sostenerse en la moral, y en esa moral se goza, porque el superyó es una avatar de la pulsión de muerte, que es una exigencia a más. Y eso se entiende si pueden diferenciar pulsión de eros, o pulsión de naturaleza.
Ahora bien, yo creo que esto ha quedado más o menos claro. Les había hablado de Sade. En el Marqués de Sade no se trata de una literatura como el Decamerón, donde todo es placentero. Su primer cuento: están el judío y el católico, y el católico trata de convencer al judío de convertirse, y tiene éxito y lo convence. «Pero antes de convertirme quiero ver cómo viven los cardenales». Y el católico se preocupa. El judío va, a los tres meses regresa y dice que se va a convertir. «¿Por qué? Porque si el Papa es tan corrupto, y la iglesia sigue de pie, Dios tiene que ser cristiano». Ese es el tenor de todos los cuentos. Eso es bastante placentero. Pero Sade no es bonito. No es 50 sombras de Grey. Es realmente una exigencia a más goce, y ese goce ya no va por lo sexual sino más allá de eso, en una destrucción in crescendo. No es algo que une a la gente, la pulsión, sino que apunta a desunir, porque se busca el propio goce. Entonces la pulsión es autoerótica, pero a veces se encuentra cómo pasarse hacia otro lado. A esto responde la frase de Lacan «no hay pulsión genital». Si hubiera pulsión genital, entonces habría cópula sexual dictada por la naturaleza para el hombre y todo estaría bien y habría unión.
«No hay relación sexual». «No hay sociedad armónica». Entonces, no hay relación sexual: lo que quiere decir es que eso, el sexo, funciona más o menos. Que no es la ciudad prometida. Por eso es que a veces muchas de las películas de los 60s son tan inocentes. El padre represivo no quiere que la hija se case con el otro, y finalmente se casan, y hay relación sexual. El punto es como «El Graduado», la hija se casa con el otro, tocan una canción, se miran, se asustan, y ya no se miran más. Hay algo que no encaja del todo bien en esta unión, algo que no funciona, y a eso van las dos frases. Las cosas no encajan bien, sino que más bien desencajan, y necesitan algo más para funcionar, y uno hace lo que puede. Los fantasmas perversos son lo que se necesita para funcionar, lo que ayudan a que algo pueda pasar, en Lacan. Como no hay relación sexual, cada uno encuentra su solución. Si hubiese relación sexual, se podría decir que la homosexualidad está mal. Pero como no hay relación sexual, hay una perversión generalizada. Fantasmas en todos los individuos porque precisamente no hay relación sexual. Y bueno, la pulsión iría a unir a la gente si fuera genital, pero la pulsión no vincula sino que hace otra cosa.
Esto nos lleva a otro terreno conceptual, el freudiano. Porque en Freud, tenemos Eros y Tanatos. Los instintos de vida y los de muerte. Eros nos lleva a vincularnos con la gente, y Tanatos nos lleva a destruir el vínculo. Pero si no hay relación sexual, no hay pulsión genital, entonces Eros no puede ser una pulsión. La pulsión solamente es de muerte, por tanto. Existe, sí, el amor. Pero el amor es todo un andamiaje que no tiene que ver con lo pulsional. Antes de entrar a lo del amor, quiero periodizar un poco. Periodizar un poco lo que está en juego. Acá hay toda una elaboración del Seminario VII de Lacan. Seminario crucial, la Ética del Psicoanálisis. 1959, 1960. El Seminario I estaría 7 años antes, el Seminario 5 en 1956, el Seminario 11 en 1963, el Seminario 20 en 1972, y la disolución, el seminario 27 en 1979.
Hemos estado viendo la pulsión de muerte y su relación con la cosa. Y la pulsión de muerte es un empuje que siempre va hacia la cosa, y la cosa se le escapa, y sigue ese empuje hacia la perdición infinita. En el seminario 11, cuando se le expulsa de la sociedad psicoanalítica, la pulsión es el objeto a, que tiene un pie en el lenguaje un pie fuera. Experiencias de goce, huellas en el cuerpo. Bien, el punto es que ahora la pulsión no va hacia fuera del lenguaje sino hacia el borde, hacia el límite. En el 11, la pulsión avanza hacia bordear. La pulsión bordea el objeto a, que está en el borde del lenguaje y el no lenguaje. La pulsión misma nos salva de la cosa. La pulsión apunta a un goce, pero digamos que hay un borde, un límite que introduce la misma pulsión. Uno no alcanza un goce, siempre es un goce incompleto. Y la pulsión, ya no existe una pulsión de muerte, sino que lo que existe son pulsiones parciales: pulsión escópica, pulsión de la voz, etc. Y esta cuestión pulsional es simepre pulsión de muerte porque es autoerótica, no vincula. Toda pulsión es pulsión de muerte, pero ya des-dramatizada. No es un empuje como tal. Eso es lo que se va a ver en Lacan. Miren cómo se habla de la Cosa en el Seminario 7. Es la Cosa. Mientras que en el 11, es el objeto a. Una marca que se busca repetir.
Ahí tenemos dos goces: la Cosa, más allá del lenguaje, y el Objeto A, enclavado en el límite del lenguaje. Ahí hay dos formulaciones del goce. En Los tres tiempos del Edipo, estamos en el seminario 5. En el seminario 1 se elabora Freud con Levi Strauss. Todo esto es para explicar el tránsito de Lacan. ¿Qué es ser lacaniano? Hay muchas respuestas, pero aquí está asociado con un recorrido de lo simbólico a lo real. El primer Lacan tiene un énfasis en lo significante: el tramado significante del inconsciente, es una trama significante. Y hay formaciones del inconsciente, formaciones que dan cuenta del inconsciente. El inconsciente no es el subconsciente, se rechaza esta palabra porque implicaría algo que está debajo. Inconsciente apela a algo en mi que no es consciente. Es una formación que está ahí, y hay formaciones del inconsciente, algo que da cuenta que hay algo que piensa más allá de mi yo. La primera empresa de Lacan es sistematizar este inconsciente y decir que allí hay un tramado de significantes. Todo esto obedece a dichos, a palabras, a significantes y tramado de significantes que conforman el significante. Es un inconsciente de palabras, y entonces entran las categoría de Levi Strauss. El inconsciente es un lenguaje: langue que tiene su parole, que tiene su palabra. Entonces, palabra.
Ustedes conocen a Saussure: el lenguaje es un sistema, pero se actualiza en cada dicho. Ejemplo de la clase de español. El punto es que a pesar de no saber las reglas, yo podía hablar español. Entonces hay un sistema que hemos mamado de alguna manera, sin aprender las reglas. Y esa es la particularidad del sistema gringo de enseñanza. Son saussuranos hasta cierto punto. Pero los dichos dan cuenta de ese sistema. Igual con el inconsciente, para una persona hay un sistema inconsciente que saca cierto tipo de dichos, y estos dichos son sueños, son los productos del sistema, son actos fallidos, olvidar cosas, son ciertos beats, ocurrencias en el decir, chistes en el inconsciente (como eso de decirle al mozo «cama para dos»). Y como parte de eso, estaría el síntoma. El síntoma es entendido como algo que está en una serie, en la serie de formación del inconsciente. En los sueños hay un mensaje, un deseo. Estaría también allí los actos fallidos. Estarían todas del lado del síntoma. Pero el síntoma no es igual: uno tiene sus deslices pero no por eso va al psicoanalista. Uno tiene que tener cierto padecimiento, cierto sufrimiento para ir al psicoanalista. ¿Cuál es la demanda del paciente? Su demanda es la felicidad.
Entonces, esta esa demanda, hay este dicho como formación del inconsciente, como algo que atestigua al inconsciente, el síntoma es un mensaje cifrado en el cuerpo. Es como un mensaje en el cuerpo mismo. El caso de Elizabeth, es uno de los primeros casos de Freud. Es una mujer que es la primera hija de este padre que solamente tenía hijas. Y decía «Que felicidad por tener a esta hija tan inteligente como si fuera un varón». Entonces, Elizabeth evita el contacto con hombres. Y de pronto conoce a un chico que admira al padre de ella. Es algo que ayuda a ella a que ella salga con este chico. Y el padre es un doctor más o menos reconocido, y Elizabeth se ha convertido en la enfermera del padre. Los psicoanalíticos diríamos que está allí para sostener el falo del padre. Sale con este chico, entonces, y, qué coincidencia, el padre se ha enfermado. Y ella jura ya no salir con este chico, porque le ha fallado al padre. Bien, bueno, el tiempo transcurre y el padre se muere, y ella necesita sostener a alguien, y sostiene a la madre. Pero antes ni siquiera la había mirado. Cuando se muere el padre, ella mira a la madre, y se convierte en el caballero de la madre, aquel que va a salvar a la madre. Y la madre tiene un altercado con uno de los novios de las hijas, y la hija mayor decide retarlo a duelo. Cuando la siguiente hermana se consigue un hermano caballeroso, algo empieza a resquebrajarse en Elizabeth, y entonces dice «me gustaría tener un enamorado como el de mi hermana». Pasa el tiempo y la hermana empieza a desfallecer, y se encuentra al borde de la muerte. Por supuesto, Elizabeht sostiene a la hermana, ella es la enfermera, y cuando ya se va a morir la hermana, Elizabeth piensa «ahora me puedo casar con su enamorado». Allí se tira para atrás y cuando sale a caminar, pronto desarrolla una cojera, y tiene un problema con el pie. Y entonces la interpretación freudiana es que no quería reconocer el amor que tenía con el enamorado de la hermana, y que el síntoma pasa por «no dar el mal paso». Es un significante inscrito en el cuerpo: cojera, mal paso. Esta cojera esconde el deseo del enamorado de la hermana. Entonces, ahí tenemos esta cuestión: el síntoma como un mensaje oculto. Y se trataría de develar el mensaje mediante el sicoanálisis,y esto nos llevaría a una revelación, a un descubrimiento de la verdad, y la persona podría curarse. Revelar la verdad, el mensaje oculto del síntoma curaría a la persona.
Pero Freud mismo se da cuenta que llega a la verdad, y el síntoma no se cura. Pocas veces la persona se cura y se cae el síntoma. Se da cuenta que hay una persistencia con respecto del síntoma que sobrevive a la interpretación, al mensaje oculto. Y él mismo, Freud empieza a buscar otra manera de pensar el síntoma. ¿Qué es lo que la gente busca en el síntoma? Y llega entonces a este escrito de los años 20 (Inhibición, Síntoma y Angustia) donde el síntoma empieza a ser pensado de otra manera. Antes es pensado como una perturbación que encierra una verdad, pero luego es pensado como un funcionamiento a pesar de todo. El síntima permite algo. Tendríamos la satisfacción, luego el displacer, pero acá hay una categoría más: un placer inconsciente, la persona se queja de su síntoma y sin embargo ahí hay algo que sostiene, hay un placer inconsciente.
De allí el dicho de Lacan, «en el inconsciente el hombre siempre es feliz». Pero este placer inconsciente es el goce. Entonces, el síntoma es una manera de gozar: uno hace algo con la pulsión. Dado que la pulsión se tiene que satisfacer de algún modo, el síntoma es un aparato para procurar goce. Y el hombre necesita su síntomas, lo requiere. Y ese es el lado de la conciencia, donde es problemático, pero del lado de la inconsciencia no es problemático. Comenzar pensando que el síntoma ahora está conectado con lo real, mientras que en la primera parte, está asociado con lo simbólico imaginario. Ahora es una manera de gozar: siempre hay síntomas porque no hay relación sexual. ¿Cómo analizamos esto aquí? Tenemos al síntoma = mensaje, en el 57, y hacia el final de su enseñanza, donde el síntoma es un modo de goce. Y es un modo de goce, y luego es por acá, en el 63, donde se elabora la pulsión donde empezamos. Lacan termina con el síntoma como una cuestión de lo real, un tratamiento del goce. Hay un pase desde lo simbólico hasta lo real: el realismo lacaniano. Se enfoca en lo real del goce, ese sería el tránsito que se describe en esta cuestión de Miller.
¿Por qué Partenaire Síntoma? Esto nos lleva a que uno tiene que lidiar con este síntoma. Claro, hay síntomas y síntomas, pero uno tiene que reconocer que el síntoma es una manera de gozar, y que es necesario. Uno no puede ser tan moralista, el síntoma cumple una determinada función. El síntoma permite obtener esta experiencia. Siguiendo con esta elaboración, ser lacaniano pasar de lo simbólico a lo real. Ir más allá del estructuralismo y asumir el realismo lacaniano: lo real, la pulsión, el síntoma, y eso es lo central de todo. Ahí no hay relativismo. El relativismo no se encuentra en lo real: lo real es innegable. En el lenguaje está el relativismo, encontrarle 40 sentidos al síntoma. Pero l oque se asume como un núcleo duro es el goce. Y esto lo diferencia radicalmente de la deconstrucción, donde no hay real. No hay esta construcción de lo real.
¿Donde estaba El Estadio del Espejo? Por acá, antes de los 50, y todavía no ha entrado al estructuralismo. Hay un imaginario en el 49, pasaje por lo simbólico, y avance hacia lo real. En el seminario 20, está el goce femenino, y será retomado por muchas escritoras en Francia (Helene Cissou, Luce Irigaray, Kristeva). Todas ellas tienen una relación problemática con Lacan. Y Lacan va centrándose poco a poco en el goce. No es que el goce es inefable, sino que el goce se enreda con el lenguaje, y uno puede ubicarlo. Comenzamos con la Cosa, seguimos con el Goce como Objeto de la Pulsión, luego tenemos el Goce Femenino, y hacia el final, el síntoma como manera de gozar. Uno no se cura no porque sea tonto, o porque esté idiotizado, sino porque goza con el síntoma.
Hacia el final, uno se reconcilia con el síntoma. Se abandona el optimismo lacaniano de eliminar el síntoma de la primera etapa. Pero efectivamente, se requieren los síntomas. Llega un poco en el que todo se convierte en síntoma. Todo tiene el fin de conseguir goce. «Cuida tu síntoma como a ti mismo». Se precisa ese goce.
¿Cuál es la cuestión del amor? El rol del amor es, la función del amor, es convertir la pulsión en deseo. Eso está en Lacan, incluso en el Estadio del Espejo. El amor convierte la pulsión en deseo. El goce con-descienda al deseo. Que no se trate de la pulsión erótica, sino que ahora el amor hace que la pulsión pase por el otro, y si pasa por el otro, estamos hablando de deseo. Que la pulsión se enrede con lo significante. Es una manera muy básica, que no solo quiera la boca que se besa a si misma, sino que pueda pensar en una mujer. Eso es lo que el hace que el goce se convierta en deseo. Y ahí viene una cosa muy interesante, que yo aun no sé como resolver: en el seminario 20 hace un elogio de la posición femenina y el amor. El amor suple la ausencia de la relación sexual No hay relación sexual, la cosa va más o menos, y el amor suple la ausencia de la relación sexual. Sería algo que suple, el amor. Ahora, en este artículo de Badiou que se llama «¿Qué es el amor?», ahí hace una crítica de Lacan, una crítica alrededor de las matemáticas. Lo que él va a decir es que el amor no suple la relación sexual sino que el amor suplementa. El amor hace tolerable la relación sexual, digamos, eso es que suple la relación. Pero que el amor suplementa la relación sexual significa que hay algo nuevo que entra en una situación: el amor funda la relación sexual, que a partir del amor surge la figura de los amantes. Y esto va con algo que dice Lacan, que es que el amor hace que la pulsión devenga en deseo. Esto tiene unas implicancias bastante fuertes que tiene implicancias fuertes: lo que se estaría diciendo es que cada vez que hay sexo hay amor. ¿Por qué? Porque el amor es aquello que funda las posiciones sexuales, que el goce devenga en deseo sexual. El goce no es sexual. En Freud sí es sexual, libido sexual: si uno lo que quiere es sexo uno va a vincularse. Pero el concepto de goce es algo que nos saca de la idea de que alguien quiere sexo.
El amor funda el deseo sexual, dice Badiou, y ahí estamos a la vuelta de las cosas. En Freud, la libido es sexual, y como la libido es sexual, el amor es una sublimación del sexo: pasan el deseo sexual por la sublimación. Y eso hace que las cosas básicas pasen por la cultura, la familia. Mientras que en Lacan tenemos otra concepción: el goce es lo primero. Es un ser pulsional, y en esa búsqueda del goce, bueno, eso no es sexual, eso puede ser sexualizado y por lo general es así, pero no es en sí mismo sexual. No encierra esa cuestión. Badiou diría que el amor hace que la pulsión devenga en deseo. Eso no quiere decir que cada vez que hay sexo hay una declaración de amor. No es que cada vez que haya sexo, las personas estén listas para vivir juntos. No quiere decir que no existan los affaires sexuales. Lo que quiere decir es que hay algo siempre del amor en el deseo, algo que uno valora en el otro (ya sea una parte fantasmática, una actitud, un rango) que hace que se ame y que desde allí venga el deseo sexual.
Si lo ponemos en matemas, tienen en Freud que lo principal es lo sexual. Mientras que en Lacan, estaría lo fálico y debajo el goce. Eso es una metáfora (piensen en el nombre del padre, y el deseo de la madre). Esto es una operación con respecto al goce. El amor frena algo de la pulsión, permite que uno se preocupe de otras cosas. Pero el amor trae también sus problemas. Uno no puede escapar de su destino.
Ahora, el síntoma. El partenaire síntoma. Cuando uno se junta con alguien, se junta por muchos motivos: el fantasma sexual, primero. El fantasma sexualiza: hace la operación de pasar del objeto al falo. Y entonces uno busca al otro, uno está preocupado en establecer un vínculo con el otro. Pero luego mi relación es un síntoma. Algo de lo cual padezco. Uno comienza con el fantasma y termina con el síntoma. «No soporto a mi mujer». Hay una satisfacción, un placer inconsciente, algo que se está obteniendo de esta persona. No estoy diciendo que la infelicidad es el destino y que uno acaba padeciendo. No, lo que digo es que hay que empezar a pensar así: que no hay una solución para todos, que la gente hace síntoma, que una pareja es una suerte de síntoma, y que algo del padecimiento es lo estructural, más que lo normal. Es lo estructural: que algo en la pareja está allí para padecer. Y eso es una manera de gozar.
Todo esto para ya entrar… tienen ustedes un cierto panorama de conceptos que vamos a ir desarrollando al interpretar ciertos textos. Para interpretar ciertos textos. Una pregunta, ¿las cuestiones de Recalcatti? Y luego viene la de Todd McGowen, The Real Gaze. ¿Tiene mi texto sobre ese texto? Ya, lo voy a traer. Explica un poco de The Real Gaze. Y bueno, entonces, ahora vamos a pensar la literatura a partir de la categoría de lo real, y ver la relación del sentido con lo real.