Seminario Teoría Literaria
Juan Carlos Ubilluz
17/03/15
Introducción
Como aun no tienen la lectura, seguiré con la introducción para que queden claros ciertos términos que van a leer con Stavrakakis. Avancemos con la introducción, si no está el material, estará mañana.
Estuvimos viendo los tres registros indispensables a la hora de ver Lacan. Y comenzamos con el imaginario porque es con eso que comienza Lacan. Él se preocupa bastante del imaginario en la primera parte de su enseñanza. Pueden ustedes checkear en Youtube esta conferencia de Marie Helene Brousse, El Estadio del Espejo. La conferencia está en castellano, la realiza en España, y es una buena introducción al primer escrito que vamos a ver. Lo que van a encontrar en el ensayo de Lacan es que este estadio es formador: es el primer estadio en la formación del yo. Esta imago no es simplemente algo «imaginario». No, lo imaginario es serio, lo imaginario da forma a las cosas. Y en este caso, da forma al cuerpo. El niño se identifica con una imagen en el espejo y al identificarse, su cuerpo empieza a formarse. El imaginario encorseta. Esta imagen es importante. Es a través del estadio del espejo que adquiere cierta unidad. Y hay varios términos importantes aquí: uno de ellos es la alienación, en el sentido de que la alienación es constitutiva. Si soy cuerpo fragmentado, es la imagen que me aliena lo que me da una versión unificada de lo que soy yo, lo que me permite ingreso al mundo social. Es el momento de la alienación constitutiva.
También se puede hablar del narcisismo en el estadio del espejo. Narciso ve su imagen en el espejo, quiere coger su imagen pero no puede. Lo que añade Lacan es ¿por qué Narciso quiere su imagen en el espejo? ¿Por qué enamorarse de su propia imagen? Porque esta imagen tiene que ver con el Otro, con un tercer término que en este momento hemos llamado el Deseo Materno. La identificación narcisista con el Yo ideal funciona porque hay Deseo Materno. Y es importante empezar a pensar en términos de funciones, como es el caso del deseo materno. Si yo digo que el niño se confierte en objeto de deseo de la madre, no estoy hablando de la madre empírica, sino de la función del deseo materno que está en la madre empírica. Y es importante hacer esa diferenciación entre la función y la madre empírica, así como es importante diferenciar nombre-del-padre y padre empírico. O con la castración. La castración funciona a través del nombre-del-padre, término cargado, ese es el que realiza la castración. La metáfora del NdP/DM. Ahora todo pasa por el nombre del padre, el padre agujerea a la madre. Y su educación se lleva «en nombre del padre». Y en la teorización lacaniana se asume que la castración es traumática. Nadie lo vive bien. Salir de la madre y pasar a otra cosa es traumático porque es como si Dios muriera. De pronto viene alguien que dice: tú no puedes ponerte como objeto de deseo de la madre. Y la madre le hace caso o no le hace caso (y ahí pasan otras cosas).
La respuesta a la Castración
Ahora bien, hay tres respuestas a la castración. Una respuesta es la neurosis, otra es la perversión y otra es la psicosis. En lineas generales, en la neurosis hay este mecanismo de represión. El neurótico no está contento con el nombre del padre. Le da rabia de distintas maneras. El histérico acepta el nombre del padre, acepta su palabra, pero no lo acepta totalmente. «Eso no es». «Lo que me dices tiene validez, pero lo esencial se te ha escapado». Esa es la histeria, una posición existencial. Ese es el neurótico, ya sea histérico u obsesivo, que siempre tiene problemas con el nombre del padre. Básicamente la histérica pone al padre a trabajar para decirle a la histérica aquello que le falta. «Trabaja, dime mi esencia, pero en el momento que me digas mi esencia, yo lo voy a negar». Dentro de la neurosis está la histeria y la obsesión. Se trata de una posición de cuestionamiento que pone al Amo a trabajar. La neurosis obsesiva, el neurotico obsesivo puede soportar la bota del Amo, pero le tiene mucha rabia. No soporta que el Amo se desvíe del plan trazado. Eso resiente al obsesivo. Porque el obsesivo puede cargar con el peso de la civilización, pero lo que no puede cargar el obsesivo es el exceso de ley del Amo. La neurosis acepta el nombre del padre pero con problemas.
Luego está la perversión, que es un mecanismo paradójico que se basa en el fetiche. Y el fetiche es, desde Freud, donde hay cierto objeto que va a reemplazar, que va a funcionar como un sine qua non de la relación sexual. «El fetiche es el zapato». Las películas pornográficas tienen algún tipo de fetiche casi siempre. Porque el fetiche es aquello que niega la castración materna, esa es la explicación freudiana. El niño ve que falta el falo en la madre, y se enfoca en un objeto, y eso suple la falta materna. En la novela Paradiso de Lezama Lima, el protagonista tienen que poner cerca de la vagina un papel con una figura de serpiente para poder consumar el acto sexual. A lo que voy es que en la perversión hay denegación: yo sé bien que la madre no tiene falo, y sin embargo, voy a creer que sí lo tiene. Y es algo no tan extraño porque tenemos varios fetiches: yo sé bien que todos los hombres son iguales, y sin embargo, no creo que todas las razas sean iguales en algún lado de mi ser. E. perverso cree en su fetiche: escoge creer que la madre tiene falo. Escoge ver al Otro materno como un ser sin falta, sin vacío.
Y en el caso de la psicosis, lo que tienen es el mecanismo de la forclusión, que no es represión. En la represión, el material va al inconsciente. «Sueño con tener sexo con mi hermana». En la forclusión ni siquiera va al inconsciente. Y hay un rechazo al nombre del padre radical, no se ha inscrito, no se ha inscrito realmente. Y entonces, cuando uno piensa en la psicosis, uno diría que cuando no está el padre, lo que tenemos es la psicosis. Lo que nos lleva a la idea absurda de que las mujeres solteras crían a psicóticos. Ahí viene la diferencia de pensar el padre como distinto del nombre-del-padre. El padre puede no estar, pero la madre lo utiliza. «Tu padre, que está muerto, hubiera querido que seas así». O «tu padre se ha ido porque tú no has hecho esto». O «esta noche me voy con mi enamorado». Eso es el nombre del padre, porque la función del nombre del padre es ponerle límite al deseo de la madre. Hace a la madre, mujer. Esa es la diferencia entre mujer y madre. Queda claro que la mujer no es la madre. «Me voy con mi enamorada», da igual. Eso igual pone coto al deseo materno. Esa es la función del nombre del padre. El deseo materno tiene que ser frenado para que algo diferente en el niño pueda surgir.
Función, Falo, Fantasma
Bien, entonces hay que diferenciar nombre-del-padre, del padre, hay que diferenciar deseo de la madre, de la madre. Y utilizar nombre-del-padre como un significante puede posibilitar ver más cosas. Un ejemplo: «La hija le pregunta a la madre: Mamá, mi papá es la cabeza de la casa? Sí tu papá es la cabeza, pero nosotros somos el cuello y lo movemos». Eso, la cabeza, es un significante, es el significante de la familia. Pero el contenido no necesariamente pertenece al padre, puede pertenecer a otras instancias de la familia. Hoy las cosas para el nombre-del-padre no son tan fáciles. Entonces, deseo de la madre. No estoy hablando de la madre empírica. El nombre-del-padre igual. El nombre-del-padre puede inscribirse a pesar de que el padre sea terriblemente débil. Hay que pensar en los términos de esa manera.
Entonces, es algo importante, ¿no? Es importante diferenciar la función de la persona humana, saber que cuando hablo del deseo de la madre no hablo de la madre de carne y hueso. El padre puede estar allí y de repente no se inscribe el nombre del padre. Pero digamos que con el padre se inicia la inscripción del niño en el orden simbólico. Y asume una posición en un espectro social mucho más amplio. En el seminario 5 (Los Tres Tiempos del Edipo) hay un pequeño gráfico (pg. 189) en el que está esta configuración. Acá podríamos decir que se trata de lo imaginario. El niño quiere ser el objeto de deseo de la madre, quiere ser el falo de la madre, lo que completa a la madre. Y eso es lo que quiere romper el nombre del padre. Eso es algo del orden de lo imaginario. Mientras que la intrusión del padre nos crea este cuarteto. Aparece la dimensión simbólica donde lo que dice el padre es «tú no eres el falo de la madre», «tú no eres lo que le falta a la madre». Y falo aquí no significa pene. Falo es el significante del deseo. Estoy convirtiendo el falo no en el pene empírico, sino en el significante del deseo, y es ocupado por muchas cosas, como por ejemplo, para la madre, el niño. El niño puede ser el falo de la madre. O su profesión, o lo que sea. El falo no pertenece a los hombres empíricos. El falo pertenece a quien se pone en posición masculina.
Tenemos este falo, y el padre lo que le dice al niño es que «tú no eres el falo», y entonces viene este drama: «¿ser o no ser?». «¿Ser o no ser el falo?». ¿Qué hacer? Porque ese drama de ser o no ser el falo viene con el padre. Y el padre es el rival del niño, es alguien terrible para el niño. «Tú no eres el falo», le dice el padre, «y más bien, el falo lo tengo yo». «Yo tengo el significante que sostiene el poder del amor». Y ahí empieza el drama que lleva al trauma de la castración. Porque el padre puede decir que tiene el falo, pero quien tiene que dárselo es la madre. Y si la madre no se lo da, nada pasa. La tenencia del falo por parte del padre puede quedar totalmente en duda. Porque el falo es algo que el padre se adjudica pero que la madre tiene que convalidar, si es que va a ocurrir esta operación que les estoy diciendo. Si la madre no consciente algo de este tipo (no tiene que ser esta narrativa), si no consciente a que el niño sea su falo, el falo que la completa, si no consciente a eso, entonces, probablemente, habrá una psicosis en el sentido que el niño no dejará de ser el falo.
Y aquí entra en juego el ser el falo, o tener el falo. Ser el falo o tener el falo. Esto para el niño varón, por supuesto. Y si vamos al tercer momento del Edipo, en ese tercer momento, se identifica con el padre, y va a entrar en un periodo de latencia hasta que se le de el falo más adelante: conseguirse una mujer así como el padre consiguió la suya. En el caso de la hija también: hay una identificación con el padre, pero que busca el falo a través de su relación con el padre. Ahí no se agota la cuestión , por supuesto. Hay algo de la mujer que no pasa por el falo: hay un goce que no es fálico, pero esa es otra historia.
En el Edipo van a ver tres tiempos: cuando está con la madre, cuando es puesto en duda, y cuando se identifica con el padre, y se resuelve el Edipo. Ahora bien, varias cosas para retomar lo que ya hemos avanzado. En el lado de lo imaginario, ¿qué es lo imaginario? ¿Cuáles son las cosas imaginarias y cuál es su función? En el imaginario está el Yo ideal. Es lo que se llama el narcisismo, el narcisismo secundario. Y otra cosa que estaría allí es el Fantasma. Y el Fantasma es algo que sexualiza las cosas, y es un guión imaginario que nos permite guiarnos rapidamente en el mundo. Hay, digamos que, los fantasmas fundamentales. Cada uno tiene un fantasma fundamental que suele ser inadmisible. No se admite el fantasma fundamental. Pero son fantasmas que encierran una manera de gozar. Y eso es algo que está, que nosotros tenemos siempre a la hora del acto sexual. Una cosa que descubre Lacan es que el sexo no es automático. Cuando empieza a actuar, el hombre se confunde bastante. Hay gente que muere virgen. ¿Por qué? Porque el hombre nace en lenguaje, y con el lenguaje se confunde. El Fantasma es lo que permite relacionarse con el otro sexo. Y cuando el fantasma tambalea, se sacude, la relación sexual es más difícil.
Jacques Alain Miller presenta este caso: cada vez que una mujer tiene sexo con el marido, piensa que es «la otra mujer». Que «la otra mujer» encierra el secreto de la pasión femenina es una fantasía común de las histéricas. Pero cuando va a psicoanalizarse, el fantasma se remueve. Y cuando vuelve, ya no quiere tener sexo. El fantasma que organiza su sexualidad ya no funciona. El hombre, dice Miller, puede hablar de sus síntomas. Pero hablar del fantasma es una dimensión menos admisible. El fantasma organiza la sexualidad, y hay que verlo como una suerte de acordeón donde hay varios fantasmas: algunos más admisibles que otros, algunos más guiones que otros. «Quiero acostarme con otra mujer», sería un fantasma común, admisible, tal vez. Diferente es «Mi padre me pega y yo gozo». Todos vivimos con estos fantasmas, de hecho los prejuicios son fantasmas hasta cierto punto, fantasías. Imágenes que condensan el goce, que explican las cosas demasiado rápido, y hasta cierto punto vivimos cómodos con estas explicaciones. Hay guiones que están ahí. Esos guiones rápidos hay que entenderlos como los fantasmas. Están los fantasmas, está el Yo ideal, y están estas otras imágenes fragmentarias. El cuerpo que se desintegra. Que no se mantiene bien. Las imágenes de las pinturas del Bosco: pies sin cabeza. Esas son imágenes del cuerpo fragmentado. El imaginario en el fantasma le da sentido a las cosas. El sexo pierde sentido, por ejemplo (sin el fantasma). En el caso del yo ideal, el imaginario forma. Y en las imágenes del cuerpo fragmentario hay una deformación: imágenes que rompen la unidad. Eso hay que tenerlo en claro. Todo esto constituye el imaginario.
Lo simbólico y el goce
Lo simbólico lo hemos puesto en otra dimensión. Lo simbólico viene enredado al imaginario. No basta con los unos y los ceros sino que tiene que haber un mundo de imágenes, en The Matrix. La vez pasada les hablé de los unos y ceros de la computadora: son los programas, las pantallas que vemos permiten operaciones, búsquedas, o lo que sea, y eso funciona a través de los unos y los ceros. No podemos funcionar a través de los unos y los ceros solamente: necesitamos un imaginario para funcionar. El imaginario da sentido a las cosas. Lo simbólico es una combinación movible de significantes. El término viene de la obra de Levi Strauss, especialmente «Las estructuras elementales del parentesco». Y allí demuestra que hay diferentes elementos de la familia que hacen que la sociedad funcione, y eso varía de sociedad a sociedad. Y Levi Strauss va viendo las estructuras familiares de la educación del niño y la niña. Lo simbólico es esa estructura. Traza en la pizarra: padre-madre-niño-tío-abuelo. Y ve cómo es que funcionan las cosas. Es esa dimensión: la dimensión más abstracta y más dura de la existencia.
Y lo simbólico funciona a través de lugares. Lugares donde la persona queda de lado. El lugar del rey, digamos. La frase de Lacan: «El loco no es solamente el mendigo que cree ser rey sino el rey que cree ser rey». Como en el caso del rey Lear, que le da su ropa a sus hijas. Y sus hijas luego lo maltratan. No lo reconocen. El rey que cree que es rey es un loco. El rey es un lugar simbólico: el rey es el lugar del rey. Si Alan García dice que es presidente, está loco. El lugar del presidente está ocupado por quien ha sido democráticamente elegido. Y el Estado peruano está inscrito en una estructura simbólica más grande: burguesía nacional, capitales extranjeros, etc. Si alguien quisiera cambiar la estructura, tendría que destruir el MEF. Hay un andamiaje simbólico. La otra vez hablé sobre la fórmula del Capital: D-M-D’. Una fórmula que hace girar el mundo. Es abstracción, lo simbólico, pero está lleno de imaginario. Aunque a veces sean discordantes, no siempre tienen que ir de la mano.
Bien, entonces, creemos que esta estructura simbólica con el imaginario va en vías de lo que podemos llamar la realidad. Para Lacan la realidad es cognosible: donde hay un simbólico, hay un imaginario, hay un entramado, y la realidad es hasta cierto punto predecible. Si van al Banco y ganan dos mil soles, y piden un préstamo de 2 millones, no se lo van a dar. La realidad es más o menos predecible, pero la realidad es también protéica, puede cambiar. Lo Real son los agujeros que existen en un orden simbólico. Definamos bien este agujero de lo Real: lo real es una dimensión que da el efecto de realidad, porque estamos acostumbrados a que la realidad no funcione tan bien. Y es algo que funciona como un tope, como una piedra en el zapato de lo imaginario y lo simbólico. ¿Cómo entender el agujero? Hay que diferenciar el agujero del vacío. El vacío es una falta. La falta es una dimensión esencial del deseo: hay algo que siempre me falta. El capitalismo funciona bien con esta falta del deseo. Hay algo que me falta: compro una mercancía, pero de acá a dos años, uno ve que su carro no es tan bonito y que debe cambiar. La compra de un nuevo carro, ad infinitum. Eso es la dimensión de la falta que toma en cuenta el capitalismo. El deseo no se satisface, la falta es constitutiva del ser humano. Cada objeto que se compra empieza a sentirse viejo. Las computadoras después de un tiempo se empiezan a sentir viejas. A veces se dicen cosas tontas como que el capitalismo crea necesidades ficticias. El deseo es el que es ficticio. Antes del capitalismo. el hombre ha deseado más cosas. Solamente que con el capitalismo se acelera ese proceso. Antes la duración del objeto de deseo era mayor. Pero digamos, ahí está la dimensión de la falta. ¿Qué falta? Falta goce. Y la mercancía ofrece goce. Ejemplo de la publicidad. Ahí está el goce que me falta. Pero eso no es una falsa necesidad porque es parte del deseo, el deseo es así, tiene esa dimensión. Ahí está la falta, me falta goce, hay un vacío, quiero obtener más.
Pero en el caso del agujero, el agujero no es como un vacío en el sentido donde no hay nada. No hay que pensar el vacío como una cámara donde no hay gravedad y no hay objetos. Donde no hay nada. El vacío no es la pared en blanco. Cuando se piensa lo real del goce, hay que pensarlo como un agujero negro. Tiene un poder de atracción enorme. Pero es negro, no lo vemos, no sabemos qué es, pero tiene un poder de atracción enorme. Lo real es un goce con un poder de atracción enorme. Y eso real está en todos nosotros. Real como diferente de realidad, que sería el entramado simbólico imaginario con sus toques de real. Pero lo Real son los agujeros que muestran que la realidad no funciona del todo bien. Lo real es lo que hace que las líneas de los simbólico se muevan. Eso hay que pensar como lo real del goce. Y el goce, ya lo he explicado, no es el placer. En el placer hay un alivio de la tensión. En el goce hay un incremento de la tensión que perturba. Lo simbólico, lo imaginario, y lo real, y las tres cosas van juntas. De diferentes maneras en todos y de diferentes maneras en la sociedad, y de diferentes maneras en todos los textos.
Digamos que uno trata siempre de que el goce pasa por lo simbólico, y fracasa. Y fracasa, y porque fracasa, hay cierto margen de libertad. Es el fracaso de la socialización desde donde se puede hacer otra cosa. Digamos, por ejemplo, las experiencias de goce que podemos tener son distintas. Marcas de goce que se inscriben sin que se sepa cómo. Que mi goce se convierta en cortar. Cortar cuerpos. El niño corta sapos. O peor, a los amiguitos. ¿Qué se hace con ese niño? Bueno, a ver cómo hacemos que esto pase por lo simbólico: el niño se vuelve cirujano. Y eso debería arreglar el asunto, pero no. Hay algo que siempre está en exceso. Lo real es el testimonio mudo del fracaso de la socialización.
Conclusión
Les explicaré un poco las lecturas y con esto acabamos. El Estadio del Espejo, ya saben de qué trata. Miren el video de Marie Helene Bruousse. Luego viene Los tres tiempos del Edipo, seis años después del estadio del espejo. Ahí va a a explicar Los Tres Tiempos del Edipo, qué significa ser o tener el falo, qué significa la ley partena. Y luego Zizek, que va a hablar de la dimensión lacaniana del Gran Otro. En Lacan puede significar la figura de autoridad. El gran Otro como la figura de autoridad: madre, padre, etc. Y luego el Gran Otro como sistema, como la estructura simbólica en sí. El Gran Otro. Puede significar las dos cosas. Como comentario, podemos ver la diferencia entre el Gran Otro materno y el gran Otro paterno es que el gran Otro materno no tiene falta y es agujereado por el nombre del padre. Y entonces el Gran Otro completo ha muerto para el sujeto. Y el padre dice «yo las tengo todas conmigo», «yo soy completo», pero no es así, porque el Gran Otro materno se ha agujereado. El Gran Otro paterno tiene un agujero más claro. Y el Gran Otro paterno puede darnos un sentido pero siempre tenemos la sospecha de que el Gran Otro no las tiene siempre consigo. Y Zizek discute el Gran Otro en base a Matrix. El Gran Otro como sistema. Y va a hablar de lo Real. Lo Real como las inconsistencias del sistema. Aquello que no funciona en el sistema. Si buscáramos lo Real en Matrix, podría ser el dejavu. Y luego, estamos empezando ya con los primeros dos capítulos de Stavrakakis. Esos dos capítulos son explicativos. La introducción habla de la cuestión lacaniana para los análisis sociales. El primer capítulo habla del sujeto lacaniano, qué es un sujeto, qué es un deseo. Y luego hablará de lo real, y del deseo. Y el objeto a como real. Traten de leer todo para poder hacer que las clases sean más provechosas.