Traducción por I. M. Calderón.

Originalmente publicado en The Poverty Of Terror, de The Baffler, el 28 de febrero del 2018.


Maximillian Alvarez es candidato a doble doctorado y graduate student instructor en los departamentos de Historia y Literatura Comparada en la Universidad de Michigan. Recibió su bachillerato y se graduó con honores en la Universidad de Chicago en el 2009.

Jodi Dean es una autora y académica residente en Geneva, Nueva York, donde organiza la Asamblea de Mujeres de Geneva. Se unió al comité organizador del Paro Internacional de Mujeres en los Estados Unidos este año.


Como declararon las organizadoras del Paro Internacional de Mujeres, el 8 de marzo será un “día de feminismo para el 99 por ciento”. Un año antes de ese día, el Día Internacional de la Mujer, las mujeres y sus aliados alrededor del mundo participaron en el primer Paro Internacional de Mujeres, que fue anunciada como “Un día sin una mujer”. Construyendo sobre el momentum internacional desde la Marcha de Mujeres al inicio del 2017, las huelguistas tomaron las calles y se manifestaron de Tokio a Roma, Estambul a México, de Manila a Los Ángeles. En los Estados Unidos, distritos escolares en múltiples estados cerraron por ese día, las manifestantes llenaron los centros de las ciudades y los espacios universitarios –e incluso algunos altos cargos elegidos en Washington, D.C., mostraron solidaridad.

Tal y como pasaría con cualquier movimiento, el Paro recibió su justa cuota de crítica y el triunfo a largo plazo de la huelga del 2017 se mantiene en debate. Pero ¿qué implica de hecho el “triunfo” en este caso? Después del “Un día sin mujeres” de marzo pasado, las cosas volvieron, al parecer, a la “normalidad” –Trump todavía era presidente, el racismo y el patriarcado continuaban funcionando de manera desenfrenada, las maquinaciones de explotación del capital tarareaban alegremente, ahogando los gritos de un mundo en dolor. En la nube hipermediatizada de nuestro perenne presente político, cualquier cosa que no genere una gratificación inmediata, espectacular –o cualquier cosa con apenas ganancias inmediatas, tangibles- se siente como un fracaso. En este sentido, el solo hecho de que el Paro esté de vuelta para un segundo año ya es un logro significativo. Pero las mujeres y aliados conduciendo el nuevo movimiento feminista detrás del Paro han puesto la valla mucho más alta. Uno podría difícilmente mirar hacia atrás, a los esfuerzos dramáticos y generalizados por desmantelar el poder del patriarcado en los últimos años y sugerir que este movimiento no se ha vuelto una fuerza formidable. La verdadera pregunta es: ¿qué es lo siguiente?

Como el año pasado, el Paro Internacional de Mujeres del 8 de Marzo se ha programado como una “huelga política”; esto es, una huelga cuyos intereses no se limitan al espacio de trabajo. Las organizadoras del Paro Internacional de Mujeres han tomado una visión más amplia de todas las formas de de trabajo remunerado y no remunerado hecho por mujeres dentro de los sistemas globales, entrelazados, de discriminación, explotación y violencia. En las palabras de Tithi Bhattacharya, una de las organizadoras nacionales del Paro en los Estados Unidos, “la razón por la que las personas hacen una huelga se encuentra en las pobres condiciones de sus vidas. No es necesariamente una huelga por su trabajo… una huelga política brinda un contexto más amplio y profundo al significado de la lucha y los beneficios a obtener de la lucha y la solidaridad”. Y, en efecto, es en movimientos como el de Paro que “el significado de la lucha” está siendo reescrito para una nueva época.

La noción de internacionalismo de izquierda en el siglo XXI se ha sentido, la más de las veces, como un desvarío trasnochado. Renqueando hacia el final del primer cuarto de siglo, uno tendría muchas razones para creer que la nuestra es una escena política de izquierdas con divisiones irreparables, que la nuestra es una época política donde el potencial para la solidaridad amplia se ha astillado entre campos en conflicto de diferentes adhesiones, inquietudes e identidades. Es en ese sentido que uno no puedo evitar sino ver al movimiento feminista internacional que impulsa al Paro a la manera de juntar fuerzas y cerrar filas. Mientras se lee la plataforma de las organizadoras del Paro, uno queda impactado por la amplitud de los problemas por los que se está parando: violencia sexual, racismo, inseguridad económica, destrucción del clima, la erosión de las redes de seguridad social, encarcelación en masa, imperialismo, violencia policial, política de controles fronterizos, etc. Pero uno queda impactado incluso con más fuerza por la forma en la que el Paro unifica estos problemas, aparentemente separados, en un rechazo infinitamente demandante de las condiciones sistémicas de la vida misma, alrededor del mundo, para las mujeres del 99 por ciento.

Si es que no un nuevo proletariado en sí mismo, el Paro Internacional de Mujeres y el movimiento que representa está todavía tratando de encausar las fuerzas de la proletarización en la vida diaria bajo el capitalismo global (racista). En respuesta a los muchos y diversos tipos de dolor y lucha que impone este sistema totalizante sobre las mujeres alrededor del mundo, son las mujeres las que están forjando formas de solidaridad expandidas y flexibles sin las que un mundo mejor no puede ser imaginado y mucho menos llevado a la realidad. El 8 de marzo, esta solidaridad se manifestará una vez más en un paro político internacional, pero de ninguna manera terminará allí. Conversé con Jodi Dean, activista, autora y miembro del Comité Nacional de Planeamiento del Paro Internacional de Mujeres, para tener su perspectiva sobre el paro y lo que significa para el feminismo y el futuro de la política de izquierdas. 

Maximillian Alvarez: Entonces, el Paro Internacional de Mujeres está de vuelta. La exhibición del año pasado fue de verdad impresionante pero, claramente, no era solo flor de un día. ¿Qué nos dice esto sobre el movimiento político que impulsa al Paro Internacional de Mujeres?

Jodi Dean: Nos dice que las mujeres son fieras, están movilizadas y están radicalmente en contra de dejar que el feminismo blanco liberal corporativo de celebridades y del Partido Demócrata  dirija el movimiento.

El Paro Internacional de Mujeres en los Estados Unidos está en una posición interesante. De un lado, el Día Internacional de la Mujer es un gran asunto en todo el mundo. Hay preparativos intensos realizándose en Argentina y en el Reino Unido, por ejemplo, asambleas masivas y mítines para prepararse para el día de la Mujer. Y esto es parte de una larga tradición. Muchos países celebran el Día Internacional de Mujer con mítines y marchas y otros eventos (en algunos lugares, me parece, no lo entienden muy bien en tanto lo hacen regalando flores a las mujeres). El día de la Mujer incluso tuvo un papel en la Revolución Rusa. China Mieville lo expone bellamente en su fantástico libro “Octubre”. El día de la Mujer ayudó a encender la Revolución de Febrero. Tras múltiples reuniones y mítines, discursos y celebraciones, donde se detallaba las condiciones de vida de las mujeres, donde se criticaba la guerra y se hacía énfasis en el intolerable costo de vida, las mujeres inundaron las calles de Petrogrado. Llenando los distritos de clase obrera más radicales, llamaron a gritos a los hombres para que se les unieran. Pronto 90 mil estaban en las calles reclamando por pan, el fin de la guerra y el fin de la monarquía. Huelgas, marchas y manifestaciones continuaron la siguiente semana y llevaron, en última instancia, al derrocamiento del zar. En fin, mi punto es que los Estados Unidos ha sido un triste caso aislado del reconocimiento internacional y celebración del Día Internacional de la Mujer. Visto desde una perspectiva internacional, la energía en los Estados  Unidos en torno a la huelga de mujeres del año pasado y este año es solo nosotros poniéndonos al día.

Del otro lado, hay algo específico y emocionante sobre la forma en la que el Paro Internacional de Mujeres tomó forma el año pasado y se está construyendo este año. La efusión de oposición a Trump el año pasado el 21 de enero pasado y el 20 de enero de este año en las manifestaciones muestran a mujeres protestando a una escala que no habíamos visto en el movimiento por un largo tiempo. Las mujeres están molestas. Hartas. Muchas se han sentido inspiradas por las campañas #MeToo (#YoTambién), #UsToo (#NosotrasTambién) y #TimesUp (#SeAcabóelTiempo)  que han resultado, finalmente, en el exigir cuentas a los hombres a la cabeza de la cadena alimenticia.

Para muchas mujeres, estas marchas son la primera vez que han participado en manifestaciones masivas, la primera vez que han protestado. Para algunas, este no es un paso fácil: se están moviendo desde entenderse a sí mismas como buenas ciudadanas y desde entender la política como un sistema de votación hasta algo nuevo, hasta un sentido de sí mismas como activistas y hasta entender la política como la exigencia de un cambio radical. Su nuevo vocabulario ayuda a reforzar su nueva identidad política -Per-sisters y Nasty Women, términos usados para denigrara a Elizabeth Warren y Hillary Clinton que estas mujeres recientemente energizadas políticamente han adoptado. Así que incluso si el viraje aquí es desde el traje pantalón de Clinton al Pussy Hat -la gorra rosa de las protestas anti-Trump, este viraje necesita ser celebrado y reconocido como absolutamente necesario, si es que va a haber algo cercano a un cambio progresista en los Estados Unidos.

Las manifestaciones del año pasado fueron principalmente sobre la indignación –el movimiento anti-Trump y la desesperanza tras la pérdida de Clinton. Este año, las protestas del 20 de enero fueron más ambiguas. La posición anti-Trump era todavía una característica, pero lo era también la sensación de poder del movimiento #MeToo así como un nuevo y creciente énfasis en el uso del proceso electoral en diferentes niveles para tratar de cambiar el sistema. En las protestas del 20 de enero entonces vimos tanto muchísimo esfuerzo para impulsar a las mujeres en las campañas electorales y una sensación de que los problemas profundos en los Estados Unidos –el racismo y el supremacismo blanco, el militarismo y el imperialismo, la violencia contra las mujeres y las minorías sexuales, la hostilidad hacia los inmigrantes, el sistema carcelario y la agresividad policial, el rechazo a lidiar con el cambio climático y, por supuesto, la siempre creciente desigualdad económica –no se resolverá a través de las elecciones. El trabajo de Black Lives Matter, el movimiento Standing Rock Sioux, las organizaciones radicales feministas de larga data moviéndose por debajo del radar, y los esfuerzos de muchos otros luchadores hicieron que esto fuera posible. En suma, por su trabajo es que también vimos en las protestas del 20 de enero a grandes grupos de mujeres organizadas rechazando ser arreadas a posiciones políticas electorales y ya de camino a una dirección política más radical.

Estas son las energías que movilizan el Paro Internacional de Mujeres en los Estados Unidos. El año pasado, las mujeres socialistas comprometidas, con años de experiencia en el movimiento, formaron un comité nacional de organización como forma de dar una visión política concreta a una lucha que crece rápidamente. Como el año pasado, una meta clave del paro de este año es construir y dar voz a un feminismo para el 99 por ciento. Este es un feminismo que se rehúsa a dejar que el éxito de una mujer blanca y rica menoscabe las condiciones reales de vida de la mayoría de mujeres –condiciones de desigualdad racial, de violencia de género, de explotación y desigualdad económica, de acoso sexual laboral, de un sistema judicial policial y criminal diseñado para proteger a los ricos y matar a los pobres, de inadecuados sistemas de salud, educación y vivienda. Estas son luchas de todas las mujeres. En efecto, estos son todos elementos de una sola lucha en contra del patriarcado capitalista y racista y a favor de una sociedad para los más.

Maximillian Alvarez: En el punto más alto del momento #MeToo/#TimesUp, con el Paro Internacional de Mujeres, la Marcha de las Mujeres, etc., cerniéndose sobre el panorama de resistencia política de los últimos años, ¿sería equivocado o ingenuo decir que, en lo que respecta al futuro de la izquierda, las mujeres están en el asiento del conductor?

Jodi Dean: ¡Sería correcto, sí! Ahora, esta es la parte compleja: ¿significa esto que los hombres de izquierda están finalmente reconociendo el trabajo que las mujeres de izquierda radical han venido haciendo por años? ¿Significa esto que las mujeres están haciendo el trabajo que siempre hemos hecho? ¿Que estamos ocupándonos de todo, planificando todo, etc., justo como hacemos en la esfera doméstica y que los hombres están llevándosela fácil y beneficiándose, quizás encontrando formas de capitalizar nuestro trabajo u obteniendo más tiempo de ocio mientras nosotras terminamos gastando incontables horas organizándonos? ¿Los hombres de izquierda están siendo dirigidos por mujeres chofer, o están trabajando con nosotras como camaradas en la lucha emancipatoria igualitaria?

Quizás otra forma de aproximarnos a esta cuestión es considerar qué ha cambiado. ¿Estamos en una situación en la que los hombres están aprendiendo a escuchar y seguir? ¿Han dejado los hombres de izquierda de tratar de dominar todo –y los últimos treinta y algo años de jungla neoliberal han llevado de hecho a algunos cambios concretos en las relaciones de género en la izquierda que habrían hecho posible que los hombres aprendiesen a hacer algo de espacio? ¿Es un viraje generacional en tanto es menos probable que los hombres más jóvenes piensen que las suyas son las únicas voces en la habitación?

¿O es que los hombres han sido esencialmente forzados a someterse al liderazgo de las mujeres y, en caso sea así, esta fuerza ha venido de las mujeres de izquierda o de las determinaciones del capitalismo? Un análisis materialista señalaría los cambios concretos en la composición de la fuerza de trabajo, en la educación universitaria, etc., y esto nos llevaría a la forma en la que un gran número de mujeres a través de la fuerza de trabajo remunerado (aunque, claro, no todos los sectores son los mismos; algunos están divididos por género en formas en las que otros no lo están), combinado con los varios golpes que han  asumido los hombres ha generado condiciones en las que el liderazgo de las mujeres es necesario para la sobrevivencia (esta dinámica ya es una característica de larga data en las vidas de muchos afroamericanos). Desde este ángulo, parecería que los cambios en las circunstancias económicas y educativas de las mujeres nos han puesto en una posición de mayor oportunidad y capacidad para el liderazgo. Las mujeres están tomando la delantera en tantos sectores del movimiento. Así lo siento yo, estamos llenando un vacío.

Maximillian Alvarez: Me gusta la forma en la que le diste un giro a la pregunta. Creo que hacer eso nos lleva a replantear no solamente lo que está pasando con las posiciones políticas desde abajo, en las bases, sino también lo que está pasando en los niveles más altos del poder. Es fácil sentirse desesperanzado y ver la toma de poder de la escena política por parte de Trump como un repudio a nivel histórico mundial de los valores que defiende el Paro Internacional de Mujeres (Trump mismo sería probablemente el primero en decirlo). 

Como respuesta a este viraje histórico mundial, la izquierda se ha esforzado para reparar y ajustar, para señalar con el dedo, para ubicar y deshacerse de las partes presuntamente venenosas de nuestra posición política, que muchos argumentan nos han llevado a nuestra derrota actual. Pero al escucharle, y al observar estas movilizaciones masivas de energía feminista, emerge una figura diferente, más alentadora. Eso también parece ser el caso si pensamos de manera más amplia el tipo de solidaridad y acción que vemos con adolescentes a través de todo el país ante el tiroteo de Parkland, Florida –por no mencionar el hecho de que la generación millenial ha mostrado ella misma ser mucho más abierta al socialismo que alguna otra-. Estos cambios me hacen pensar si es que la “rebelión trumpiana” es en verdad un signo del rechazo a nivel histórico mundial de las cosas por las que lucha la izquierda. Quizás representa en cambio la agitación violenta de sistemas entrelazados de poder patriarcal, racista, exclusionario y explotador  que son amenazados por el retumbe desde abajo. Retirando tanta ingenuidad y optimismo infundado, sin perder por un segundo la perspectiva del estado precario de las cosas, ¿diría que la izquierda actualmente tiene más potencial del que muchos, incluidos izquierdistas, se dan cuenta?

Jodi Dean: ¡Sí, sí, sí! Tenemos que ver a la “rebelión trumpiana” como una reacción. Quisiera decir que en efecto esta marca una reacción al poder de izquierdas, pero, para ser honesta, eso podría caer excesivamente en un optimismo infundado, incluso si reconocemos no obstante que hay cierta verdad en ello.  En realidad la derecha sí reacciona al poder de izquierda. De hecho, ¡la derecha percibe a la izquierda como con más poder de lo que la izquierda se percibe a sí misma! La derecha vilipendió a Obama como comunista -lo cual es genial, porque eso significa que piensan que la izquierda es tan poderosa que podemos poner un comunista en la Casa Blanca (hubo una canción y un video estúpidos hechos por Victoria Jackson de Saturday Night Live, creo, “Hay un comunista viviendo en la Casa Blanca”, que fueron lanzados poco después de que Obama fuese elegido). La Asociación Nacional del Rifle presenta el mínimo paso hacia la más ligera regulación de la venta de armas como si fuese socialismo –otra vez, lo que es bueno para nosotros, porque nos presenta como una fuerza poderosa-. Y posiblemente hayas visto que Steve Bannon dijo recientemente que el movimiento antipatriarcal va a volverse más grande que el Tea Party: “es el fin para diez mil años de registros históricos. Esto es lo que se viene. ¡Es real!”. La histeria de derechas, por tanto, provee un buen terreno para el optimismo de izquierdas.

Pero, si queremos ser un poquito más mesurados en nuestro análisis de las condiciones objetivas, podemos decir que la “rebelión trumpiana” es una reacción a un conjunto de desarrollos diferentes y combinados. Sí, están las fuerzas de la desigualdad extrema y el fracaso de la izquierda en mantener una visión vigilante, extendida y clara del socialismo, junto a una decadencia en las percepciones del hombre blanco sobre sus oportunidades de vida, esto es, en la probabilidad de que sus vidas sean mejores que las vidas de sus padres y la sensación de que Hollywood y las élites demócratas se están burlando de ellos. Vemos, además, un miedo vinculado a la creciente presencia económica y política de grupos antes marginalizados: un miedo agravado al ver el poder de personas levantándose y contraatacando, como en Occupy (Wall Street), el movimiento Black Lives Matter, Standing Rock, y los movimientos en contra del abuso policial, combustibles fósiles, la deuda, los desalojos y la deportación- todos los cuales continuaron bajo el gobierno de Obama.

Entonces sí, la izquierda tiene más potencial y más capacidad de la que nos damos cuenta, y debemos entender “darse cuenta” [to realize] aquí tanto como “reconocer” y como “llevar a realidad”. Nuestra capacidad tiene que ser realizada en la práctica , esto es, a través de la organización, que es exactamente lo que intenta el Paro Internacional de Mujeres.

Maximillian Alvarez: En Fortunes of Feminism, Nancy Fraser contribuye al esfuerzo incómodo pero necesario de confrontar la historia de la frecuentemente inconsciente susceptibilidad del feminismo de segunda ola a ser absorbido por (y servir a) las necesidades del Capital “en el cambio desde el capitalismo gestionado por el estado al neoliberalismo”. Esto es, por supuesto, un tema sobre el cual ya te has referido antes en varias ocasiones, y ciertamente parece ser una premisa autoconsciente del movimiento detrás del Paro Internacional de Mujeres – y no solo porque Fraser misma está en el Comité Nacional de Planeamiento. Lo que resalta realmente, empero, es que cuando Fraser sugiere que, en la estela de la crisis estructural del neoliberalismo –desde la Gran Recesión hasta la victoria trumpiana- el feminismo podría emerger como algo radicalmente reformado, tanto en el sentido de un movimiento social concreto pero también como “un significante vacío del bien (afín, quizá, a «democracia»), que puede ser y será invocado para legitimar una variedad de supuestos distintos, no todos los cuales promueven la justicia de género”. ¿Es así como deberíamos tratar de entender lo que está pasando con el Paro Internacional de Mujeres y, de manera más amplia, con el feminismo y la política del feminismo hoy en día? ¿Qué tipo de cambio requiere ello sobre las formas en como pensamos y vivimos el feminismo?

Jodi Dean: Una pregunta super interesante. Mi primera reacción sería decir que fue el feminismo de Clinton el que funcionaba como un “significante vacío del bien”, que era el feminismo blanco, mainstream, liberal, capitalista, y carcelario del “neoliberalismo progresista” (el término adecuado que propone Fraser) que circula sin esfuerzo a través de la cultura popular como un marcador débil de lo “progre”. Funciona ideológicamente como un refuerzo del capitalismo, provee a la brutalidad capitalista de un rostro de mujer. Tenemos entonces el feminismo de Lena Dunham, el feminismo de Katy Perry, y la reducción de la lucha política al desarrollo personal. Es lo primero que se me vino a la mente con lo del feminismo como “un significante vacío del bien” convocado para legitimar una variedad de escenarios diferentes.

Pero luego, claro, ¡no me gustaría asociar al Paro Internacional de Mujeres con este tipo de feminismo! Parte del tema es la utilidad de un concepto como el de “significante vacío”. No creo que nos diga demasiado. En el caso del feminismo, los diferentes usos del “feminismo” no apuntan a la vacuidad de “feminista” como significante. “Feminismo” siempre significa una política enfocada en mejorar la vida de las mujeres. Los diferentes usos o entendimientos provienen de las divisiones políticas reales sobre las implicancias de esa mejora. La tensión o diferencia se produce sobre qué debe hacerse, sobre el diagnóstico del problema y la solución recomendada. El significante no es uno vacío. Al contrario, la posiciones políticas necesarias para llevarlo a cabo son discutidas, divergentes, en conflicto unas con otras. Puesto en los términos de la vieja escuela de los estudios sobre mujeres de los años 80: hay diferentes feminismos, feminismo liberal, feminismo radical, feminismo socialista, etc. El feminismo del Paro Internacional de Mujeres para el 99 por ciento es un feminismo socialista y antirracista. En vez de pensar que el feminismo puede ser reducido al énfasis liberal sobre el acceso y la oportunidad, el feminismo socialista antirracista busca derrocar las estructuras de opresión de las mujeres –supremacismo blanco, capitalismo, heteropatriarcado, el estado imperalista y carcelario. Reconoce que estas son una misma estructura y que las posturas políticas que movilizan son frentes diferentes de una lucha común.

Mi segunda reacción, sin embargo, iba hacia pensar sobre por qué es precisamente el feminismo el que está a la vanguardia de la política contemporánea. La respuesta involucra la renovada atención la teoría feminista de reproducción social, como desarrollan los trabajos de Silvia Federici, Mariarosa Della Costa, Selma James, Maria Mies, entre otras. Tithi Bhattacharya tiene un excelente nuevo volumen editado de trabajos en esta área, y la revista  Viewpoint publicó una edición dedicada a la reproducción social hace algo de un año. El grupo de activismo del Reino Unido Plan-C ha hecho a la reproducción social un punto focal de su organización. Las feministas canadienses también han estado trabajado en esta área ya hace un tiempo. La reproducción se está incluso volviendo una fuerza para organizadores en pequeñas ciudades y comunidades rurales. Por ejemplo, la Asamblea de Mujeres de Geneva en Geneva, Nueva York (donde yo vivo) ha ubicado a la reproducción social en el centro de la organización de nuestro paro y  de nuestro trabajo político.

La misma Fraser ha escrito un par de excelentes artículos sobre la actual crisis de la reproducción social. Como yo lo veo, la reproducción social es el área más emocionante de trabajo teórico y práctico tanto para feministas como para socialistas. Da nombre al tipo de investigación que las condiciones actuales demandan: ¿cómo podemos avanzar colectivamente, dados los dramáticos incrementos en desigualdad, militarización, y encarcelamiento, y dada la reducción de la esperanza de vida ,y la infraestructura  en desmoronamiento que produce que recursos básicos que producen que el agua potable, las escuelas, los puentes y las carreteras estén contaminadas y deterioradas? Del mismo modo, dado el colapso de las familias, las comunidades y las instituciones sociales –y dadas las inundaciones, incendios, huracanes, sequías y otros signos de catástrofes climáticas- ¿cómo conceptualizamos los objetivos básicos de nuestro orden social? La reproducción social se enfoca en la actividad laboral a través del cual la sociedad se reproduce a si misma. Mucha de este actividad laboral es no remunerada. Mucha de esta es hecha por mujeres. Todo eso es necesario y todo eso está bajo amenaza.

Maximillian Alvarez: ¿Podrías comentar un poco más acerca de cómo la reproducción social estructura lo que estamos viendo con el movimiento detrás del Paro Internacional de Mujeres?

Jodi Dean: La posición política marxista tradicional sobre el trabajo enfatiza la organización en el espacio de la producción porque ese es un lugar en el que las contradicciones del capitalismo se concentran. Los patrones quieren más trabajo por menos paga y los trabajadores quieren más paga y menos trabajo.

La esfera de la reproducción es también un espacio donde aparecen las contradicciones del capital. Considera todo lo que ingresa en la reproducción de la fuerza de trabajo: los trabajadores tienen que nacer, cuidados, alojados, vestidos, alimentados, educados y transportados. En el capitalismo contemporáneo, la mayoría de hogares que incluyen niños no incluyen cuidadores a tiempo completo. El adulto o los adultos en la familia trabajan a tiempo completo. El cuidado de un niño es muy caro. Los horarios de escuela y de trabajo con frecuencia no coinciden. Hay una tensión allí, una contradicción entre las condiciones de trabajo y las condiciones que producen a los trabajadores.

Podemos ir más allá y notar la ausencia de vivienda adecuada y asequible en los centros urbanos. El resultado de ello es que más y más personas enfrentan viajes diarios más largos. Pero la infraestructura de transporte –como la mayoría de servicios públicos- también ha sido dejada al abandono. Entonces, los viajes toman más tiempo y son menos seguros, lo que es muy duro para los padres que pudieran haber tenido que pagar sobretiempo a sus proveedores de guardería e incluso que arriesgan perder su turno en la guardería porque no han recogido a su hijo a tiempo. Añadamos el problema del agua potable adecuada  y afectada por la contaminación de plomo que plaga los Estados Unidos, las escuelas sobrepobladas e infrafinanciadas, el gasto extremo de la atención sanitaria y, por qué no, la epidemia de opioides y la reducción en la expectativa de vida a causa del incremento del riesgo de las enfermedades por desesperación. Estos problemas son crisis de lo social, crisis que afectan la capacidad de la sociedad para reproducirse a sí misma. No creo que sea una exageración decir que el 1 por ciento es una clase genocida. Quieren que el resto de nosotros estemos muertos. Han luchado por eliminar (encarcelar y asesinar) a la gente de piel negra y marrón, y ahora su voluntad de eliminar a los pobres, el quintil del fondo, es el núcleo temático de su política. Cuando los mercados determinan todo, solo los ricos sobreviven.

Un paro de mujeres pone al frente el trabajo invisible que ha sostenido el sistema y que está bajo ataque. Nos hace a todos tomar conciencia de cuánto trabajo es requerido solamente para sobrevivir y cómo los capitalistas hacen de todo para despojarnos a nosotros de todo –vida social, tiempo con amigos y familia, salud, ocio, un futuro. La plataforma del Paro reclama por servicios sociales plenos, lo que significa hacer frente a las necesidades sociales y asegurar los medios de vida. Este reclamo surge de un análisis de la reproducción social.

Maximillian Alvarez: Entonces, es algo obvio, pero es aun así importante notar que la conformación misma de los movimientos populares obreros del siglo XX ayudaron a reificar las nociones comunes de lo que contaba y no contaba como trabajo, quiénes eran los trabajadores, y también, como resultado, dónde empezaba y terminaba la solidaridad de la clase trabajadora. Es algo que el Paro está abordando de manera frontal. Hay una línea realmente poderosa en la Plataforma del Paro: “Como mujeres trabajadoras que sostenemos la mitad del cielo, nos negamos a ser divididas por el tipo de trabajo que realizamos, ya sea calificado o no calificado, formal o informal, trabajo sexual y trabajo doméstico”. El rechazo a ser divididas es en algún sentido un gesto doble, que mira hacia atrás, a las divisiones pasadas, al mismo tiempo que mira adelante, hacia un horizonte de solidaridad. ¿Qué significa –o qué debería significar- de verdad solidaridad aquí? ¿Podemos llamarla todavía como un tipo de solidaridad de clase o es algo más?

Jodi Dean: El Paro está construyendo solidaridad de clase a través del feminismo. En este punto recuerdo la perspectiva de Claudia Jones sobre la triple opresión de la mujer negra –como negra, mujer y trabajadora. Es el análisis de la triple opresión el que nos permite ver cómo trabajadores diferentes están conectados, cómo el sistema capitalista despliega racismo y patriarcado para dividir a la clase trabajadora, mantiene dominado a los sueldos, provee a algunos trabajadores con pequeñas ventajas sobre otros que puedan disfrutar (el hombre que viene a casa donde está su esposa, la mujer blanca que puede mandonear a la mujer negra que limpia su hogar). Las pequeñas ventajas son las formas en las que el sistema del capital trata de vacunarse a sí mismo en contra de una clase trabajadora fuerte y unida. La organización de un feminismo antirracista y socialista demuestra que este truco es un medio de opresión y explotación, que no es un sustituto para la igualdad verdadera. Bajo el capitalismo, la lucha de clases permea en cada aspecto de nuestras vidas. Cuando el dinero compra la libertad, cuando el dinero es necesario para el ejercicio de la libertad o los derechos de uno, solamente son los ricos los que son libres.

Las mujeres están a la vanguardia de la nueva política de la clase trabajadora, que es la política que se desenvuelve de manera trasversal al campo social, desde los espacios de trabajo y vecindarios hasta las prisiones y gasoductos. Lo vemos en las iniciativas de trabajadoras de hoteles, trabajadoras domésticas, de restaurantes, profesoras y enfermeras. Lo vemos en la lucha en contra del estado carcelario. Lo vemos en las campañas por justicia ambiental. Todas estas luchas son hoy en día frentes de la lucha de clases. La burguesía, la clase dominante, el uno por ciento no tiene que aglomerarse en las calles. Las corporaciones son dueñas del sistema político. Los ricos no protestan; sino que compran a los políticos que necesitan (pregúntenle a Charles Koch y Rebekah Mercer). El amplio trabajo de mujeres radicales organizadores machaca el hecho de que las mujeres han sido siempre parte de la clase trabajadora, ya sea que estuviesen trabajando en las fábricas o administrando el consumo en la esfera doméstica. Marx lo sabía, a pesar de que algunos organizadores de movimiento obrero del siglo XX lo hayan olvidado. Las luchas de la clase obrera siempre han ido más allá de las luchas de los sindicatos –piense solamente en las organizaciones de inquilinos, las huelgas de hambre, las campañas del Partido Comunista de Estados Unidos contra el linchamiento de afroamericanos, el trabajo del movimiento contra la guerra, por no mencionar el trabajo de apoyo social y comunal necesario para que los paros laborales se sostengan y triunfen. Hoy la crisis de la reproducción social no es sentida por el 1 por ciento, con sus cuentas offshore, escuelas privadas, aviones privados y casas múltiples. Es sentido por los proletarizados, por la gente como el resto de nosotros.

Bajo el capitalismo, la solidaridad no es automática. No se sigue espontáneamente del hecho de que existan condiciones compartidas. Siempre tiene que ser construido, sostenido, renovado. Las huelgas son, por supuesto, un espacio clave de entrenamiento para la solidaridad –la requieren y la inspiran-. Los trabajadores tienen que mantenerse juntos, tienen que apoyarse unos a otros para continuar unidos incluso de cara a las dificultades reales materiales de la huelga.

Y las huelgas dependen de las familias y comunidades de los trabajadores también- los trabajadores necesitan ver que otros también los ven como si lucharan en el bando de los buenos. La solidaridad entonces es la unidad en la lucha –mantenerse juntos y cuidarse las espaldas. Significa no dejar que los capitalistas, con sus ideologías de individualismo y competencia, nos dividan. Respecto al amplio terreno de la lucha de clases hoy en día, la solidaridad demanda compromiso con la colectividad, con la lucha colectiva y con soluciones colectivas. Las personas tienen que mantenerse vigilantes del enemigo, el sistema racista, patriarcal, capitalista, y no dejarse arrastrar por el moralismo, sectarismo, y lo que haya.

El Paro Internacional de Mujeres representa una posición política de izquierdas amplia de múltiple tendencia que reconoce las múltiples formas y espacios de trabajo y la naturaleza entrelazada de la opresión. Apunta a hacer el trabajo de las mujeres visible, se opone a las formas variadas y profundas de violencia que atraviesan nuestra sociedad, y empuja hacia la reorganización de la sociedad para que “el libre desarrollo de cada uno sea la condición para el libre desarrollo de todos”.