Traducido y editado en español por I. M. Calderón, bajo la autorización de Eduard Freudmann. Documento preparado para la clase de Teoría y Crítica de Arte Contemporáneo – Karla Villavicencio, PhD.
La Plattform Geschichtspolitik[1] ha estado trabajando desde el 2009 para promover una discusión más amplia sobre las políticas de la historia en la Academy of Fine Arts, Viena y más allá. En la marcha de sus actividades, también ha llevado a cabo varias intervenciones críticas en sus manifestaciones histórico-políticas espaciales y arquitecturales. En esta discusión, Florian Wenninger, historiador contemporáneo, y Luisa Ziaja, historiadora del Arte, fueron invitados junto a Eduard Freudmann y Tatiana Kai-Browne (activista de la Plattform Geschichtspolitik) a compartir sus perspectivas y experiencia persona sobre la actual política de monumentos en Viena. El evento fue moderado por Sophie Schasiepen.
SS: Tatiana y Edi, el verano pasado, ustedes junto a Chris Gangl reconfiguraron el monumento a Weinheber en la plazoleta a las afueras de la Academy of Fine Arts, y de esta manera llamaron a acabar con el silenciamiento sobre el rol clave de Josef Weinheber (1892-1945) en la política cultural del nazismo, sobre su antisemitismo y sobre el hecho de que su todavía celebrada obra lírica está inextricablemente ligada a sus convicciones políticas. La naturaleza misma de su intervención –exponer los grotescamente masivos cimientos sobre los que se sostiene el pedestal del monumento- simultáneamente revela la historia nacional de defensa de este monumento en una Austria pos-nazismo. Los cimientos que fortifican el monumento fueron añadidos bastante recientemente, en 1991, como respuesta a una serie de intervenciones antifascistas. ¿Qué tipo de reacciones anticiparon ante su intervención?
EF: Tuvimos varias expectativas que pueden ser, de manera bastante general, agrupadas bajo cuatro perspectivas: primero, gente de la que esperamos apoyo, luego una audiencia crítica más amplia, tercero, los políticos de oficina y las autoridades a cargo, y cuarto, aquellos ciudadanos que lucharían para preservar el monumento en su forma existente. Las reacciones de los políticas fueron las que más se acercaron a sorprenderme. La intervención había tomado lugar sin un permiso. Habíamos informado a los medios, además de hacer pública una toma formal de responsabilidad, pero nuestra intervención fue en mayor parte ignorada la semana entera que le sucedió al viernes. El lunes, tras nuestra reconfiguración del monumento, la división municipal de parques y jardines ingresó y revirtió nuestro trabajo de excavación. Al mismo tiempo, noticias de nuestra intervención se habían difundido a través de la agencia de noticias a los medios locales y nacionales. Los periodistas interesados se dirigieron al consejero a cargo, que tuvo que tomar una posición inmediata sobre el tema. Sorprendentemente, mostró su apoyo y anunció que hubiese dejado que la intervención se mantuviera si sus colegas de la división de parques y jardines no se le hubiesen anticipado.
TK: Otra sorpresa positiva fue que los medios adoptaron nuestra terminología. Hasta entonces, Weinheber siempre había sido referido en términos inocuos y moderados, por ejemplo, como un poeta con fuertes lazos tradicionales con su tierra natal[2] y con otros términos igualmente trivializantes. Tras nuestra intervención, casi todos los periódicos hablaron de él en términos de un poeta nazi.
SO: Denominaron a su intervención como un happening artístico y una medida paisajística-arquitectónica. ¿Podrían explicar estos términos de manera más específica?
TK: La descripción “medida paisajística-arquitectónica”, más bien inocua, surgió de nuestro deseo de dirigirnos a una audiencia más amplia. Para nosotros, esta fue una decisión estratégica: queríamos que nuestra intervención tuviera un impacto a largo plazo y no solo uno que atraiga brevemente la atención pero que fuera olvidado poco después. Al mismo tiempo, usamos también términos como Denkmalsturm[3]. En otras palabas, tratamos de ir con una retórica en dos sentidos: una más bien moderada y otra más radical. Es importante para nosotros hacer notar que es suficiente con una mera contextualización, como por ejemplo, añadiendo una panel adicional. Lo que se necesita, en cambio, es una reconfiguración artística, en tanto tomamos, desde un primer momento, a los monumentos como formas estéticas de manera bastante seria.
SS: En una situación completamente diferente, Florian, tú también te viste confrontado con la pregunta sobre cuán radicalmente o con cuánto en conformidad con líneas políticas partidarias deberías presentar los resultados de un proyecto. Del 2011 al 2013, trabajaste en una comisión de investigación histórica sobre los nombres de las calles en Viena. Después de restringir la lista original, condujiste una investigación sobre 400 figuras históricas con cuyos nombres fueron denominadas las calles y parques de Viena. De acuerdo al reporte final, la comisión examinó el grado en el que estas figuras “habían participado en acciones que, basadas en los estándares y valores democráticos actuales hubieran requerido de una indagación e investigación previa al honor de denominar a una calle o parque en su nombre”. ¿Puedes darnos algunas percepciones sobre los procesos de negociación que tuvieron lugar en el periodo previo y la presentación de los resultados de su investigación y durante la misma?
FW: Necesito aquí dar algo de información previa: hubo un debate clave sobre el asunto de la re-nominación de las calles que desde entonces ha influido en cómo se abordan estos asuntos: la de la Karl-Lueger-Ring[4]. Las discusión se remontan hasta los años 50. Esta calle, en el centro de la ciudad, había sido nombrada en julio de 1934, en otras palabras, durante el tiempo en el que Austria estaba gobernada por un régimen fascista, y Karl Lueger era uno de los principales pilares del gobierno socialcristiano entonces en el poder. La Karl-Lueger-Ring, por tanto, no solo conmemoraba a un antisemita, sino que al mismo tiempo –por los eventos que llevaron a que la calle se llame así- era además un símbolo antidemocrático y antirrepublicano. Lo que antes era llamada Ring des 12. November, nombrada por el día en el que la Primera República de Austria fue proclamada (el 12 de noviembre de 1918) se cambió: la sección junto a la universidad se volvió la Karl-Lueger-Ring y la sección junto al edificio del parlamento se nombró en honor al segundo líder más importante del Partido Social Cristiano, quien fuera el Canciller Federal Ignaz Seipel. Después de 1945, estos nombres sí presentaban un problema, pero la coalición del gobierno SPÖ-ÖVP eventualmente llegó a un acuerdo sobre el compromiso. La sección universitaria se mantendría sin alteraciones, y a cambio la sección junto al parlamento (Seipel-Ring) se renombraría tras el líder socialdemócrata Karl Renner. El asunto, sin embargo, se mantuvo como un punto primario de contención por décadas. Bajo el mando de los socialdemócratas (SPÖ) de los años 70 en adelante, el debate ha resurgido repetidamente pero nunca ha mostrado consecuencia alguna. Desde el año 2000 en adelante, cuando el SPÖ todavía estaba al mando en Viena, pero sus archienemigos el ÖVP y el FPÖ formaron un gobierno de coalición a nivel federal, el SJ Vienna (la organización juvenil afiliada al SPÖ) empezó a enviar peticiones anuales exigiendo un cambio de nombre en las convenciones partidarias. Así, lograron gradualmente convertir el debate en una cuestión sobre la identidad política al interior del partido. Finalmente, en el 2009, los votos estuvieron muy apretados. El 2010 fue un año electora, y con el fin de demostrar unidad, el SPÖ trató de resolver algunos asuntos controversiales que se habían extendido en el tiempo –ello, incluyendo el caso de la Lueger Ring. La SJ y los líderes del partido acordaron derivar el asunto a una comisión externa. Irónicamente, la comisión nunca investigó el real caso en cuestión. La Karl-Lueger-Ring fue renombrada como Universitätsring incluso antes de presentar nuestro reporte final. Dado que un número de otros casos, todos altamente controversiales se habían avivado en el entretiempo, la idea era probablemente absorber la atención del asunto concediéndole un caso prominente, junto a una línea como la de “los gamberros ya tuvieron lo suyo, pero es suficiente. ¿Dónde hemos de terminar si tuviésemos que renombrar todo?”.
EF: Seguro que sí, pero eso es como abrir la caja de Pandora, ¿cierto? Así es incluso como se le ha referido, especialmente por personas cuyo trabajo es mantener su tapa abierta. Todo el que lidia con este tipo de manifestaciones controversiales en espacio público sabe que hay muchas de estas que pueden ser bastante explosivas. Su reporte provee, por primera vez, de información concreta sobre nombres cuestionables de calles, ¡y eso es muy importante! Una investigación similar en placas y monumentos conmemorativos ha sido anunciada; me pregunto si ello funcionará y de hacerlo, qué tipo de cosas resultarán de ello.
FW: Algunas veces me pregunto a mí mismo si a estas aturas incuso quienes toman las decisiones políticas en Austria se han empezado a dar cuenta de que abrir la caja de Pandora un poco puede compensarse al dejar algunos marcadores simbólicos.
EF: Pero los políticos nunca toman pasos proactivos. Cada concesión tiene que ser peleada por grupos dedicados e individuos en batallas agotadoras y autosacrificadas que se alargan por años. A mi parecer Austria tiene todavía que darse cuenta que trabajar a través de su pasado nazi puede ser un activo político y turístico. Los alemanes, que han alcanzado convertirse en los campeones mundiales en conmemoración, están muy por delante de nosotros. El hecho de que no haya un Museo del Holocausto en Viena es sintomático de esto mismo.
LZ: Estoy de acuerdo con que el cambio es más bien gradual, pero un cambio sí esta teniendo lugar, definitivamente. Mientras que los 80, con el affaire Waldheim[5], constituyeron un paso muy importante en la política de la conmemoración -porque empezó a ganar aceptación el alejamiento de la teoría de la víctima-, los 2000 bajo el canciller federal Schüssel marcaron no obstante un retroceso. En el 2005 “de todos los épocas”, el gran año de aniversario de Austria, su así llamado “Gedankenjahr[6]”, el país volvió a su narrativa de la victima, esta vez incluso con un grado de indiferencia. En una entrevista para la NZZ, Schüssel, afirmó: “nunca permitiré que Austria no sea vista como una víctima”. Para Austria, el 2005 era su año de aniversario en muchas formas: 60 años de la liberación de los nazis, 50 años desde la firma de un Tratado de estado y el retiro de las fuerzas de ocupación de los aliados, el décimo aniversario de su inclusión en la Unión Europea – y durante as ceremonias de conmemoración oficiales, se le dio mucha más atención a la “liberación” de los aliados que a la liberación de los campos de concentración. La nación prefirió enviar una réplica del histórico balcón del Palacio del Belvedere montada en una grúa en tour a través de la ciudad, en la que los niños de escuela pudieran recitar la proclamación histórica de “¡Austria es libre!. Estas manifestaciones visuales presentadas en la serie de eventos titulados “25 paces” me pareció ser característica de la postura ideológica general. Al mismo tiempo, un número de grupos auto-organizados protestaron contra esta forma de conmemoración. Los años entre el 2000 y el 205 significaron así una ruptura mayor. Y aunque desde el 2007 la postura histórico-política oficial se ha distanciado una vez más de la teoría de la víctima, no existe un momentum real para un trabajo autocrítico a través de la historia de este país.
SS: En el 2005, estuvieron envueltos en varios proyectos. ¿Pueden decirnos un poco más acerca del “Monumento por la Derrota” (“Monument für die Niederlage”) que erigieron junto a Martin Krenn, Charlotte Martinz-Turek y Nora Sternfeld?
LZ: Sí, ese fue un proyecto muy temporal: duró apenas un día, 8 de abril del 2005 y se situó en el Ostarrichi Park, del otro lado del edificio del Tribunal regional. En términos de forma, lo erigimos como un pedestal sin el monumento –una estructura básica con la que consideramos la pregunta sobre qué tipo de manifestación visual debería asumir la conmemoración-. El pedestal vacío fue cubierto con información histórica sobre el periodo 1945-1947. Nuestro punto fue que estos años fueron los únicos en los que los juicios de desnazificación habían sido llevados en los así llamados Volksgericht Tribunals[7]. Para 1947, la postura en torno a estos llamados “ofensores” ya había cambiado. Un buen 20% de la población caían bajo la categoría “miembros del partido y postulantes”, lo que resultaba en algo de un millón de ciudadanos. Sin saber cómo lidiar con ello, las autoridades simplemente lo abandonaron. Eso es algo que ya no se recuerda, casi nadie hoy en día ha escuchado de los Volksgersichten. Y aunque nuestra intervención sí recibió algo de cobertura de la prensa, la atención pública fue mínima.
SS: ¿Entonces cuál fue la médula de las discusiones públicas en aquel tiempo, en especial en respuesta a las manifestaciones visuales del retroceso ideológico de “25 paces”?
LZ: Diría que estos eventos eran bastante visibles, pero al mismo tiempo el foco y la forma particular de conmemoración de guerra impactaron de manera equivocada a mucha gente. Algunos estudios concluyeron incluso que los eventos no fueron bien recibidos por la “gente joven”, que era de hecho el público objetivo. Diría que había un consenso bastante amplio en contra de los eventos oficiales.
FW: Yo iría incluso tan lejos como afirmar que activaron algo positivo y duradero: fue sorprendente cuánta gente estaba irritada por el hecho de que la liberación no jugó un rol grande en la conmemoración oficial pero sí la narrativa “ayuda, los rusos vienen”.
LZ: De allí a esta parte, no obstante, mucho ha cambiado. Si buscamos ejemplos actuales de política de monumentos en Viena, está el Memorial de los Desertores, por el que sus defensores pelearon por décadas, o la decisión positiva (aunque demorada) de permitir la escenificación de proyectos artísticos temporales conmemorando las víctimas homosexuales y transgénero del régimen nazi en la Morzinplatz. Otra cuestión que surge es si un monumento de piedra representa una forma relevante, contemporánea de conmemoración: ¿qué formas podemos desarrollar con las que las generaciones de hoy y mañana se puedan vincular?
FW: Estoy trabajando en un monumento dedicado a los hombres y mujeres que trataron de luchar contra la instalación del régimen austrofascista en febrero de 1934 a través de resistencia forzada. Aquí también me pregunto cómo tal evento puede ser efectivamente representado en el espacio público, en una forma que además facilite el contacto, uno que comunique. Especialmente en tanto en este caso la memoria comunicativa ya no es más operacional: el periodo durante el que uno no hablaba acerca de estas cosas simplemente duró tanto tiempo que la generación que experimentó estas cosas de primera mano ya casi ha desaparecido.
LZ: Uno de los elementos esenciales es crear las llamadas “zonas de contacto”, traerlas al presente. Las características visuales o formales-estéticas específicas de la intervención deben ser adaptadas para encajar en la situación dada.
EF: Podemos idear las formas más ideales de memoriales e intervenciones en monumentos públicos, pero la voluntad política para implementarlas es limitada y, con ello, el interés en tomar partido alguno respecto a las cuestiones estéticas.
TK: No limitaría la discusión a la discrepancia entre utopía y viabilidad. Algunas veces parece necesario poner una piedra de toque en algún lugar. Afirmar que algo es permanente, que algo no es constantemente sujeto de debate y no tan flexible como para revertirse en algún momento. No es sobre afirmar una neutralidad u objetividad que dure para la eternidad. Al contrario, el punto es tomar posición.
LZ: Sí, eso lo entiendo. Lo que es en definitiva importante es que los monumentos tengan un efecto anti-redentor, que no permitan la identificación entre víctima y agresor y que funcionen menos de manera emocional que de manera reflexiva. Lo que los monumentos pueden lograr es ofrecer marcadores en el espacio urbano. Establecen una suerte de matriz en la que las cosas que valen la pena recordar son preservadas. Considero la materialidad como una dimensión importante. Quizás no tenemos, de hecho, demasiadas de estas manifestaciones sino no las suficientes, en tanto al final del día estas cambian nuestros espacios, revelan las capas históricas del lugar, hacen los discursos visibles.
———-
Esta conversación fue realizada en Viena a fines de marzo (2014) y fue editada por Sophie Schasiepen y aprobada por los participantes. Para la versión en español se ha utilizado tanto la versión en inglés (disponible en la página web de Eduard Freudmann) como la versión original en alemán (en el mismo sitio web).
———–
Eduard Freudmann es un artista que actualmente lidia con las luchas por la conmemoración en el contexto de la familia, las contraculturas y la sociedad en general.
Tatiana Kai-Brown investiga y trabaja sobre estructuras poscoloniales y posnazi en Viena, Austria, así como sus intersecciones y las posibilidades de intervención.
Florian Wenninger es historiador, coordina un proyecto de investigación sobre la política de represión en el austrofascismo de 1934-1938, y fuera de ello también hace investigación en la historia cultural política de la Segunda República.
Luisa Ziaja es una historiadora del arte y curadora en la 21er Haus Vienna; en sus proyectos curatoriales independientes y escritos se ha enfocado en las intersecciones entre arte contemporáneo, políticas de la historia, teoría de la exhibición y práctica alimentada por las cuestiones sociopolíticas actuales.
Sophie Schasiepen forma parte del staff editorial del Bildpunkt, el periódico publicado por IG Bildende Kunst Österreich, y MALMOE (www.malmoe.org); ella fue una de los muchos ayudantes en la excavación del monumento de Weinheber.
———-
[1] “La Plataforma para las Políticas de la Historia es una iniciativa de estudiantes, activistas y profesores asociados con la Academy of Fine Arts Vienna, autodefinida como un colectivo abierto, que marca el inicio de un proceso continuo de reflexión crítica y respuesta pública a la participación de la Academia en espacios de colonialismo, (austro)fascismo y nazismo así como a la pregunta sobre cómo se ha lidiado con estos procesos hasta hoy en términos de participación de individuos e institutos”. Adaptado al español de Freudmann, 2011. Disponible en versión web en la página de MAMUTA: http://mamuta.org/?p=2026.
[2] Un heimatdichter: poeta de la Nación, vinculado con la traducción de poesía regional y romántica.
[3] Literalmente “tormenta-monumento”, también un juego de palabras con “tormenta monumental”. El término se ha usado en la prensa para aludir de manera figurativa a la destrucción de monumentos icónicos ya sea como política estatal (en casos de establecimiento de memorias hegemónicas) o acción durante revueltas populares o acciones artísticas. En la versión en inglés de la entrevista, el término se ha simplificado a “iconoclasia”, que, si bien capta el sentido de fondo del término usado por Freudmann y compañía, no logra mostrar todos sus matices.
[4] Ring: avenida de circunvalación
[5] En referencia a Kurt Waldheim (1918-2007), quien fuera presidente de Austria (1986-1992). Waldheim ocultó su paso como parte de una división paramilitar de las fuerzas nazis además de su época como oficial coordinador durante la ocupación nazi en Salónica, Grecia entre 1942 Y 1943 y en los Balcanes en 1944. Tras descubrirse el “affaire Waldheim” –probado por el cazanazis y austriaco él mismo Simon Wiesenthal-, el presidente austriaco fue declarado persona non grata en diferentes países.
[6] Año de conmemoración, también “de pensamiento”.
[7] Tribunal del Pueblo.